El martes 14 de julio de 1936 el diario Ahora,
que entonces se publicaba en Caracas, insertó en la primera página el
siguiente editorial, bajo el título de «Sembrar el petróleo». Fue esta
la primera vez que en Venezuela se hacía un planteamiento de esta clase y
también la primera aparición de esa consigna de «sembrar el petróleo».
Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y
financiero de Venezuela se hace angustiosa la noción de la gran parte de
economía destructiva que hay en la producción de nuestra riqueza, es
decir, de aquella que consume sin preocuparse de mantener ni de
reconstituir las cantidades existentes de materia y energía. En otras
palabras la economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al
presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se
asemeja a la cigarra y no a la hormiga.
En efecto, en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de
180 millones, las minas figuran con 58 millones, o sea casi la tercera
parte del ingreso total, sin numerosas formas hacer estimación de otras
numerosas formas indirectas e importantes de contribución que pueden
imputarse igualmente a las minas. La riqueza pública venezolana reposa
en la actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento
destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no es solamente
limitada por razones naturales, sino cuya productividad depende por
entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional. Esta gran
proporción de riqueza de origen destructivo crecerá sin duda alguna el
día en que los impuestos mineros se hagan más justos y remunerativos,
hasta acercarse al sueño suicida de algunos ingenuos que ven como el
ideal de la hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad del
Presupuesto con la sola renta de minas, lo que habría de traducir más
simplemente así: llegar a hacer de Venezuela un país improductivo y
ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia
momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e
inevitable.
Pero no sólo llega a esta grave proporción el carácter destructivo
de nuestra economía, sino que va aún más lejos alcanzando magnitud
trágica. La riqueza del suelo entre nosotros no sólo no aumenta, sino
tiende a desaparecer. Nuestra producción agrícola decae en cantidad y
calidad de modo alarmante. Nuestros escasos frutos de exportación se han
visto arrebatar el sitio en los mercados internacionales por
competidores más activos y hábiles. Nuestra ganadería degenera y
empobrece con las epizootias, la garrapata y la falta de cruce adecuado.
Se esterilizan las tierras sin abonos, se cultiva con los métodos más
anticuados, se destruyen bosques enormes sin replantarlos para ser
convertidos en leña y carbón vegetal. De un libro recién publicado
tomamos este dato ejemplar: «En la región del Cuyuní trabajaban más o
menos tres mil hombres que tumbaban por término medio nueve mil árboles
por día, que totalizaban en el mes 270 mil, y en los siete meses,
inclusive los Nortes, un millón ochocientos noventa mil árboles.
Multiplicando esta última suma por el número de años que se trabajó el
balatá, se obtendrá una cantidad exorbitante de árboles derribados y se
formará una idea de lo lejos que está el purguo». Estas frases son el
brutal epitafio del balatá, que, bajo otros procedimientos, hubiera
podido ser una de las mayores riquezas venezolanas.
La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear
sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge
aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para
crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía
progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester
sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas,
facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias
nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de
convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura
que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución
productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales.
La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este
verdadero fomento y creación de riquezas es todavía pequeña y acaso no
pase de la séptima parte del monto total de los gastos. Es necesario que
estos egresos destinados a crear y garantizar el desarrollo inicial de
una economía progresiva alcance por lo menos hasta concurrencia de la
renta minera.
La única política económica sabia y salvadora que debemos
practicar, es la de transformar la renta minera en crédito agrícola,
estimular la agricultura científica y moderna, importar sementales y
pastos, repoblar los bosques, construir todas las represas y
canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el defectuoso
régimen de las aguas, mecanizar e industrializar el campo, crear
cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros.( Es vergonzoso ver como en pleno siglo XXI donde la educación y la tecnologia son deudas sociales que se nos acumulan, no hemos logrado cubrir las necesidades basicas planteadas por el Sr.Pietri en éste parrafo)
Esa sería la verdadera acción de construcción nacional, el
verdadero aprovechamiento de la riqueza patria y tal debe ser el empeño
de todos los venezolanos conscientes.
Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política
económica lanzaríamos la siguiente, que nos parece resumir
dramáticamente esa necesidad de invertir la riqueza producida por el
sistema destructivo de la mina, en crear riqueza agrícola, reproductiva y
progresiva: sembrar el petróleo.
Es increible leer esta publicación del 14 de Julio de 1936 y descubrir que actualmente es aplicable en todos sus aspectos a la realidad Venezolana sin caer en anacronismo alguno, la verdad es que ningún Venezolano que haya ostentado cargos de reponsabilidad social (Públicos o Privados)puede asumir una postura que lo distancie de su resposabilidad en cuanto a la inefectiva inversión de los cuantiosos recursos que ha percibido la Nación en los ultimos siglos; lo más grave es que el tiempo se agota y todos estamos apostando en la ruleta del capital sin escrúpulos donde no importa la vida del hijo,del hermano o del padre y salavamos nuestra culpa con una posición facilista e hipócrita .
"Los sistemas politicos son la excusa del hombre mezquino para evadir su verdadera responsabilidad en cuanto al futuro de su nación, el cual tambien es el de sus hijos"
Es increible leer esta publicación del 14 de Julio de 1936 y descubrir que actualmente es aplicable en todos sus aspectos a la realidad Venezolana sin caer en anacronismo alguno, la verdad es que ningún Venezolano que haya ostentado cargos de reponsabilidad social (Públicos o Privados)puede asumir una postura que lo distancie de su resposabilidad en cuanto a la inefectiva inversión de los cuantiosos recursos que ha percibido la Nación en los ultimos siglos; lo más grave es que el tiempo se agota y todos estamos apostando en la ruleta del capital sin escrúpulos donde no importa la vida del hijo,del hermano o del padre y salavamos nuestra culpa con una posición facilista e hipócrita .
"Los sistemas politicos son la excusa del hombre mezquino para evadir su verdadera responsabilidad en cuanto al futuro de su nación, el cual tambien es el de sus hijos"
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